6 abr 2012

El Alquimista - Paulo Coelho

Parafrasis: 

El alquimista es un libro publicado por Paulo Coelho. El libro trata sobre los sueños y los medios que utilizamos para alcanzarlos, sobre el azar en nuestra vida y las señales que se presentan a lo largo de la misma.
Está considerado como una paráfrasis del cuento Historia de dos que soñaron de Jorge Luis Borges, que a su vez es una paráfrasis de Las mil y una noches: en definitiva, las aventuras de un héroe que busca su tesoro, lejos de su hogar, para regresar a él y hallarlo, sufriendo durante todo el viaje una transformación en lo que a su visión del mundo y la realidad se refiere.

Frases:

  • Cuando se ama las cosas adquieren aún más sentido. 
  • No por miedo a fallar dejare de intentar
  • Todo en el mundo tiene sentido, incluso el vuelo de los  gavilanes
  • No quieras saber el futuro, pues si son cosas buenas ya no lo serán tanto y si son cosas malas empezaras a sufrir mucho antes de que sucedan.
  • El mal no es lo que entra en la boca del hombre sino lo que sale de ella.
  • El miedo a sufrir es el propio sufrimiento.
  • La hora más obscura es aquella que viene antes del nacimiento del sol.  
  • La búsqueda comienza con la suerte del principiante y termina con la prueba del conquistador.
  • Los ojos muestran la fuerza del alma.
  • Cuando queremos ser mejor de lo que somos todo a nuestro alrededor se vuelve mejor también.
  • Lo que sucede una vez quizás no pase una segunda, pero lo que sucede una tercera siempre sucederá una cuarta vez. 

Parrafos interesantes: 

"No vivo ni en mi pasado ni en mi futuro .tengo solo el presente y es lo único que me interesa. Si puedes permanecer siempre en el presente serás un hombre feliz. Percibirás que en el desierto existe la vida, que el cielo tiene estrellas, y que los guerreros luchan por que forman parte de la raza humana. La vida será una fiesta, un gran festival, porque ella solo es el momento que estamos viviendo."

 
"Entonces fue como si el tiempo se parase y el Alma del Mundo surgiese con toda su fuerza ante él. Cuando vio sus ojos negros, sus labios indecisos entre una sonrisa y el silencio, entendió la parte más importante y más sabia del Lenguaje que todo el mundo hablaba y que todas las personas de la tierra eran capaces de entender en sus corazones. Y esto se llamaba Amor, algo más antiguo que los hombres y que el propio desierto, y que sin embargo resurgía siempre con la misma fuerza dondequiera que dos pares de ojos se cruzaran como se cruzaron los de ellos delante del pozo. Los labios finalmente decidieron ofrecer una sonrisa, y aquello era una señal, la señal que él esperó sin saberlo durante tanto tiempo en su vida, que había buscado en las ovejas y en los libros, en los cristales y en el silencio del desierto.
Allí estaba el puro lenguaje del mundo, sin explicaciones, porque el Universo no necesitaba explicaciones para continuar su camino en el espacio sin fin. Todo lo que el muchacho entendía en ese momento era que estaba delante de la mujer de su vida, y sin ninguna necesidad de palabras, ella debía de saberlo también. Estaba más seguro de esto que de cualquier cosa en el mundo, aunque sus padres, y los padres de sus padres, dijeran que era necesario salir, simpatizar, prometerse, conocer bien a la persona y tener dinero antes de casarse.
Los que decían esto quizá jamás hubiesen conocido el Lenguaje Universal, porque cuando nos sumergimos en él es fácil entender que siempre existe en el mundo una persona que espera a otra, ya sea en medio del desierto o en medio de una gran ciudad. Y cuando estas personas se cruzan y sus ojos se encuentran, todo el pasado y todo el futuro pierde su importancia por completo, y sólo existe aquel momento y aquella certeza increíble de que todas las cosas bajo el sol fueron escritas por la misma Mano. La Mano que despierta el Amor, y que hizo un alma gemela para cada persona que trabaja, descansa y busca tesoros bajo el sol.
Porque sin esto no habría ningún sentido para los sueños de la raza humana.”

“En la antigua Roma, en la época del Emperador Tiberio, vivía un hombre muy bondadoso, que tenía dos hijos: uno era militar y cuando entró en el ejército, fue enviado a las más lejanas regiones del imperio. El otro hijo era poeta, y encantaba a toda Roma con sus hermosos versos.
Una noche, el viejo tuvo un sueño. Se le aparecía un ángel, para decirle que las palabras de uno de sus hijos, serían conocidas y repetidas en el mundo entero por todas las generaciones futuras. Aquella noche el anciano se despertó agradecido y llorando, porque la vida era generosa y le había revelado una cosa que cualquier padre estaría orgulloso de saber.
Poco tiempo después, el viejo murió al intentar salvar a un niño que iba a ser aplastado por las ruedas de un carruaje. Como se había portado de manera correcta durante toda su vida, fue directo al cielo y se encontró con el ángel que se le había aparecido en su sueño.
Fuiste un hombre bueno -le dijo el ángel- . Viviste tu existencia con amor y moriste con dignidad. Ahora puedo concederte cualquier deseo que tengas.
La vida también fue buena conmigo -respondió el viejo-. Cuando apareciste en mi sueño, sentí que todos mis esfuerzos estaban justificados, porque los versos de mi hijo quedarían entre los hombres de los siglos venideros. Nada tengo que pedir para mí, no obstante, todo padre estaría orgulloso de ver la forma de alguien a quien cuidó cuando era niño y educó cuando joven. Me gustaría oír en el futuro lejano las palabras de mi hijo.
El ángel tocó al viejo en el hombro y ambos fueron proyectados a un futuro lejano. Alrededor de ellos apareció un lugar inmenso, con millones de personas que hablaban una lengua extraña. El viejo lloró de alegría. "Yo sabía que los versos de mi hijo eran buenos e inmortales -le dijo al ángel entre lágrimas-. Me gustaría que me dijeras cuál de sus poesías es la que estas personas están repitiendo".
Entonces el ángel se aproximó al viejo con cariño, y se sentaron en uno de los bancos de aquel viejo lugar.
Los versos de tu hijo poeta fueron muy populares en Roma -dijo el ángel-. A todos gustaban, y todos se divertían con ellos. Pero cuando el reinado de Tiberio acabó, sus versos también fueron olvidados. Estas palabras son de tu otro hijo, el que entró en el ejército". El viejo miró sorprendido al ángel. "tu hijo fue a servir a un lugar lejano, y se hizo centurión. También era un hombre justo y bueno. Cierta tarde, uno de sus siervos enfermó y estaba a punto de morir. Tu hijo entonces, oyó hablar de un rabino, que curaba enfermos y anduvo días y días buscando a ese hombre. Mientras caminaba descubrió que el hombre que estaba buscando era el Hijo de Dios. Encontró a otras personas que habían sido curadas por El, aprendió sus enseñanzas, y a pesar de ser un centurión romano, se convirtió a su fe. Hasta que cierta mañana llegó hasta el rabino. Le contó que tenía un siervo enfermo, y el rabino se ofreció a ir a su casa. Pero el centurión era un hombre de fe, y mirando al fondo de los ojos del rabino, comprendió que estaba delante del Hijo de Dios. ESTAS SON LAS PALABRAS DE TU HIJO. Son las palabras que le dijo al Rabino en aquel momento y que nunca fueron olvidadas: "Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa, pero decid una sola palabra, y mi siervo será sano".

Curiosidades: 

En Egipto los escorpiones simbolizan la presencia de su Dios.  

Maktub significa “Esta escrito” en árabe. 

Fátima, era el nombre de la hija del profeta

Djins significa “demonios” en árabe. 

Santiagos Matamorros es el nombre que se da a la representación iconográfica del apóstol Santiago el Mayor cuando se le representa tal como se le describe en las crónicas medievales, según las cuales intervino milagrosamente en favor de los cristianos contra los musulmanes durante la Batalla de Clavijo

Moraleja:

Aparte de que los grandes tesoros los tenemos al lado aunque no los veamos o no queramos verlos. Que debemos creer en nuestros sueños por pequeños que sean. Y que todo en la vida pasa por alguna razón y por muchas vueltas que demos o queramos evitarlo ocurre ya sea para bueno o para malo. Es verdad que si algo te ocurre una vez puede no volver a pasarte nunca, pero si te pasa dos veces hay una tercera. Y la verdad casi siempre suelen ser cosas no muy agradables.

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